Dear Brothers and Sisters,
Several years ago, I was blessed to be a part of a Eucharistic Procession with nearly 10,000 people in Lourdes! I have always thought about having a Eucharistic Procession through our neighborhood streets with the parishioners of St. Joan of Arc. I wasn’t too sure about doing this at first because I preferred a quiet holy hour safely in the air-conditioned chapel as opposed to walking through streets with a monstrance with Jesus’ Eucharistic Presence under an elaborate canopy. I convinced myself that people wouldn’t understand so why do it?
Recently, a brother priest, who shared my concerns, told me what happened to him during the Eucharistic Procession at his church. As the procession rounded one of the corners on the route, he heard the rumbling of an angry motorcycle. “Great.” he thought. “Motorcycle gang verses a bunch of pious Catholics.” But he was shocked when the man got off his motorcycle and put down his kickstand. As Our Lord in the Eucharist went by, he took off his do-rag and knelt in the gravel. This cyclist was not a Catholic. He politely declined to join them when invited. He said that when he saw the procession, he knew he was seeing something holy so he stopped.
I have to say, not all Eucharistic Procession experiences are as friendly. Nor should they be. He informed me that in other Eucharistic Processions, people have shouted and beeped horns to be intentionally disruptive. But one never knows how the Holy Spirit is working--in others or in us. And He certainly does not leave us alone to face life’s difficulties. He gives us the gift of fortitude.
Fr. Bill Peckmen wrote that, “Fortitude is the bravery to engage in the good. One can hold the virtues of prudence, temperance, and justice to be true, but if the Catholic lacks fortitude, he or she will not execute anything of these in life. Sacred Scriptures tell us “Do not be afraid” 365 times. God places a premium on bravery. These admonitions do not come in safe times in the Scriptures. They come as the protagonist is coming up against the foe. Without the stouthearted rising up, the devil and his minions are given free movement among our flocks.”
Throughout the Easter Season, we have heard accounts of the building of the early Church in the Acts of the Apostles. Certainly the gift of fortitude, a gift of the Holy Spirit, was essential as the apostles faced even death for the sake of the gospel.
Next week, we will celebrate the beautiful Solemnity of Pentecost. So many today believe that faith should only be expressed within the walls of churches lest we offend some modern relativistic sensitivity. I think we buy into this modern demand way too much, extinguishing the contribution of faith in the public square altogether.
Identifying yourself as a man or a woman of faith in the workplace, in your neighborhood or any public place includes risk. As a priest, every time I go into public wearing my clerical shirt, I get a few stares. When I eat in public I always say a pre-meal prayer that includes the Sign of the Cross. But I remind myself that I didn’t become a priest to be comfortable. The same can be true of accepting Baptism, Confirmation and Eucharist.
As we approach Pentecost, I am praying specifically for fortitude for all of us. Otherwise, how will the world ever come to know the great gift of a relationship with Our Lord Jesus Christ.
God Bless,
Fr. Don Kline, V.F.
Pastor
Queridos Hermanos y Hermanas,
Hace varios años, tuve la bendición de participar en una Procesión Eucarística con cerca de 10,000 personas en Lourdes! Siempre he pensado en la idea de tener una Procesión Eucarística junto con los feligreses de Santa Juana de Arco por las calles alrededor de la parroquia. Al principio, no estaba muy seguro de hacer esto porque prefería la comodidad de una hora tranquila y segura dentro de la capilla bien acondicionada, en lugar de caminar por las calles con el ostensorio llevando Presente a Jesús Eucaristía debajo de una carpa elaborada. Me convencí a mi mismo que la gente no lo entendería, entonces, para que hacerlo?
Hace poco, un hermano sacerdote, quien compartía conmigo esta inquietud, me dijo lo que le pasó a él durante una Procesión Eucarística en su parroquia. Mientras que iba la procesión dando vuelta por una de las esquinas de la ruta, escucharon el zumbido de una rugiente motocicleta. “Bravo”, pensó, “Una banda con motociclistas versus un montón de Católicos piadosos.” Pero se impresionó mucho cuando el hombre se bajó de su motocicleta y puso el freno del vehículo. Mientras que Nuestro Señor pasó en la Eucaristía, el hombre se quitó su pañuelo de la cabeza y se puso de rodillas. Este ciclista no era Católico. Educadamente rechazó la invitación a acompañarlos. Dijo que cuando vio la procesión, sabía que se trataba de algo sagrado así que eso lo detuvo.
Debo aclarar que no todas la Procesiones Eucarísticas son tan amigables. Y tampoco es que deban serlo. Me informó también que en otras procesiones Eucarísticas, la gente les ha gritado y suenan el pito del coche para molestar intencionalmente. Pero uno nunca sabe como trabaja el Espíritu Santo- en los demás así como también en nosotros mismos. Y definitivamente El no nos deja solos frente a las dificultades de la vida. Nos da el don de la fortaleza.
El Padre Bill Peckmen escribió que, La fortaleza es la valentía para abordarse en el bien. Uno puede realmente tener las virtudes de la prudencia, la templanza y la justicia, pero si falta la fortaleza, el o ella no podrán ejecutar ninguna de ellas en la vida. La Sagrada Escritura nos dice, “No tengas miedo” 365 veces. Dios pone un énfasis primordial en la valentía. Estas admoniciones no vienen en tiempos pacíficos en la Escritura. Vienen cuando el protagonista se enfrenta al enemigo. Cuando nos falta la fuerza del corazón, el demonio y sus secuaces obtienen un movimiento libre entre nuestros rebaños.
Durante este Tiempo de Pascua, hemos escuchado relatos sobre la edificación de los principios de la Iglesia en los Hechos de los Apóstoles. Ciertamente el don de la fortaleza, un don del Espíritu Santo, fue esencial para los apóstoles quienes enfrentaron hasta la muerte por amor al evangelio.
La próxima semana estaremos celebrando le hermosa Solemnidad de Pentecostés. Muchos hoy creen que la fe solo debe ser expresada dentro de las paredes de la iglesia para no ofender a algunos relativistas sensibles modernos.
El identificarnos a nosotros mismos como hombres y mujeres de fe en el trabajo, en el vecindario o en cualquier lugar público comprende un riesgo. Como sacerdote, cada vez que voy dentro de un lugar público llevando mi alzacuello eclesiástico, recibo unas cuantas miradas. Cuando voy a comer a un lugar público siempre rezo antes de comer una oración que incluye la Señal de la Cruz. Pero me digo a mi mismo que no decidí ser sacerdote para llevar una vida cómoda. Lo mismo aplica cuando recibimos y aceptamos el Bautizo, la Confirmación y la Eucaristía.
Mientras nos acercamos a Pentecostés, pido especialmente que recibamos todos la virtud de la fortaleza. De otra manera, como podrá el mundo recibir el regalo de tener una amistad con Nuestro Sueño Jesucristo.
Que Dios los Bendiga,
Fr. Don Kline, V.F.
Pastor