In the Flesh

01-12-2014Pastor's LetterFr. Don Kline

Dear Brothers and Sisters,

In today's Gospel, we hear a strange conversation between Our Lord and John the Baptist. It is strange because John called people to repentance, to turn away from sin and turn to God. Jesus had no sins. Jesus is the Savior. Jesus doesn't need to repent, and, therefore, He has no need to be baptized. And yet, Our Lord shows up by the river and gets in line anyway. John sees him and objects, but Jesus insists on taking His place right beside the rest of the sinners.

This is exactly what Our Lord does for us at every Mass. Whenever we receive Holy Communion, we are receiving God himself as our nourishment. Our Lord could not be any closer to us than He is in Holy Communion. He desires to take His place right with us!

Whenever we stop by a Catholic Church, we can go and kneel before the tabernacle, the golden box behind the altar, where the consecrated hosts not used at Mass are reserved. We are also blessed to be able to be with Our Lord in our adoration chapel 24 hours a day 7 days a week. Jesus is waiting there for us all the time. Our Lord is ready whenever we need to talk to Him. You always know where to find Him.

Near every tabernacle in the world, a little flame is burning in the sanctuary lamp. Usually it's red, the color of love and blood. It reminds us that Christ loves us so much that He shed His blood for us. This is a powerful reminder of God's constant, loving gaze, of His readiness to guide and strengthen us for the journey.

Our Lord wants to make sure that we know that He loves us. And so, when He saved us from sin, He did so from close by, as one like us in all things but sin. He saved us from suffering by suffering Himself. He conquered death by dying. He overcame sin by living among sinners. Our Lord's baptism is a preview of everything that is to come.

By getting baptized, Jesus expressed His desire to take our place, to take the punishment for our sins upon Himself, so as to free us from them.

God Bless,
Fr. Don Kline

En Persona

Queridos Hermanos y Hermanas en Cristo,

En el evangelio de hoy, escuchamos una extraña conversación entre Nuestro Señor y Juan el Bautista. Es extraño porque Juan llamaba a las personas al arrepentimiento, a que se alejara del pecado y regresaran a Dios. Jesús es el Salvador. Jesús no necesita arrepentirse, y por esa razón no necesitaba ser bautizado. Y sin embargo, él se presenta en el rio y se pone en línea de todos modos. Juan lo ve, y se opone, pero Jesús insiste en tomar Su lugar a la par del resto de los pecadores.

Esto es exactamente lo que Nuestro Señor hace por nosotros en cada Misa. Cada vez que recibimos la Santa Comunión, estamos recibiendo a Dios mismo como nuestro alimento. Nuestro Señor no puede estar más cerca a nosotros de lo que EL está en la Santa Comunión. ¡El desea tomar su lugar a la par de nosotros! Cada vez pasamos por una Iglesia Católica, podemos entrar y arrodillarnos ante el tabernáculo, la cajita de oro atrás del altar, en donde la hostia consagrada que no ha sido usada durante la Misa se guarda. También somos bendecidos, con poder estar con Nuestro Señor en adoración, en nuestra capilla de adoración las 24 horas del día los siete días de la semana. Jesús nos está esperando todo el tiempo. Nuestro Señor está listo cada vez que queremos hablar con El. Siempre saben en donde lo pueden encontrar.

Cerca de cada tabernáculo en todo el mundo, una pequeña llama arde en la lámpara del santuario. Usualmente es roja, el color del amor y de la sangre. Nos recuerda que Dios nos ama y que derramo su sangre por nosotros. Esto es un recordatorio constante de Dios, de su amor, y de su buena disposición para guiarnos y fortalecernos en esta jornada.

Nuestro Señor quiere asegurarse que sepamos que El nos ama. Y es por eso que cuando EL nos salvo del pecado, lo hizo de cerca, como uno de nosotros en todo excepto el pecado. El nos salvo del sufrimiento, sufriendo el mismo. El conquisto la muerte, muriendo el mismo. El venció el pecado, viviendo entre los pecadores. El Bautizo de Nuestro Señor es una vista previa a lo que está por venir.

Al bautizarse, Jesús expreso su deseo de tomar nuestro lugar, de tomar el castigo por nuestros pecados, para librarnos de ellos.

Que Dios los bendiga,
Padre Don Kline

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