Dear Brothers and Sisters in Christ,
Today is the final Sunday of the Church's liturgical year. It is appropriate that we have the Gospel of the Good Thief. He reminds us that it is never too late to make a fresh start with Our Merciful Lord. The Good Thief was a man, who in his last dying moment, turned to Our Lord. Just a word about what a thief was at the time of Our Lord. He wasn't just some shady character who picked a pocket or grabbed a purse. In Jesus' day, thieves hid in the hill country and lived in caves. They were often armed with knives and clubs. They attacked travelers, beat them up, robbed them and tossed them in a ditch to die. The thief was feared - and despised.
Jesus was crucified between two thieves. One, un- fortunately, had become hardened and embittered. But the other had an amazing conversion. He accepted his own guilt: "We have been condemned justly," he said, "the sentence we received corresponds to our crimes." Then he made an act of faith: "Jesus, remember me."
The Good Thief should encourage us. No matter what we have done, no matter how we have messed things us, Jesus offers us hope - the possibility of a fresh start.
During this Year of Faith, Pope Benedict XVI has emphasized that this is a time of great grace – especially the grace offered by seeking Our Lord's mercy and His forgiveness in receiving the Sacraments of Confession and Holy Communion. Our Lord offers us forgiveness not only at the hour of our death, but every day. God invites us every day to make a fresh start. When we offer our daily sacrifices to Jesus, He helps us to grow in the virtues of faith, hope, and love.
Now is a good time to face our sins - our need for Our Lord and to become the new person we can become in Christ. Let us once again find hope and healing in Our Mercy Lord and never be afraid to say, "Jesus, remember me."
God Bless,
Fr. Don Kline
Queridos Hermanos y Hermanas en Cristo,
Ahora es el último Domingo del año litúrgico de la Iglesia. Es muy apropiado que tengamos como la lectura del Evangelio la historia del buen ladrón. El nos recuerda que nunca es tarde para comenzar de nuevo con Nuestro Señor Misericordioso. El buen ladrón era un hombre, que en el último momento de su muerte, volvió a Nuestro Señor. Quiero dar solo unas palabras de lo que era un ladrón en el tiempo de Nuestro Señor. El no era un personaje oscuro que se había robado alguna bolsa o cartera. En el tiempo de Jesús, los ladrones se escondían en las montanas y Vivian en cuevas. Usualmente estaban armados con cuchillos. Atacaban a los viajeros, los golpeaban, les robaban sus pertenencias y después tiraban a las personas a un barranco para morir. Un ladrón en ese tiempo era temido y despreciado.
Jesús fue crucificado entre dos ladrones. Uno, desafortunadamente, se había endurecido y amargado mucho. Pero el otro tuvo una impresionante conversión. El acepto su propia culpa: "Nosotros hemos sido condenados justamente," el dijo, "la sentencia que hemos recibido corresponde con nuestros crímenes." Y después el hizo un acto de fe: "Jesús, acuérdate de mí."
El ladrón bueno nos debe de animar. No importa lo hayamos hecho, no importa como hallamos arruinado las cosas, Jesús nos ofrece una esperanza—la posibilidad de comenzar de nuevo.
Durante este Año de Fe, el Papa Benedicto XVI ha enfatizado que este es un tiempo de grandes gracias—especialmente las gracias que se reciben al buscar la misericordia de Dios y Su perdón en los Sacramentos de la Confesión y Santa Comunión. Nuestro Señor nos ofrece el perdón no solo en el momento de nuestra muerte, sino todos los días. Dios nos invita todos los días a que comencemos de nuevo. Cuando ofrecemos nuestros sacrificios diarios a Jesús, EL nos ayuda a crecer en las virtudes de fe, esperanza, y amor.
Ahora es un buen momento de enfrentar nuestros pecados—es tiempo de necesitar a Nuestro Señor y convertirnos en la persona nueva en Cristo. Entonces, sintamos otra vez esa esperanza y sanación en Nuestro Señor y nunca más tengamos miedo de decir, "Jesús acuérdate de mí"
Que Dios los Bendiga,
Padre Don Kline