Charity

02-26-2017Pastor's LetterFr. Don Kline, V.F.

From the chapters On Charity by Saint Maximus the Confessor, abbot (Centuria 1, cap. 1, 4-5. 16-17. 23-24. 26-28. 30-40: PG 90, 962-967)

 Without love everything is in vain

Charity is a right attitude of mind which prefers nothing to the knowledge of God. If a man possesses any strong attachment to the things of this earth, he cannot possess true charity. For anyone who really loves God prefers to know and experience God rather than his creatures. The whole set and longing of his mind is ever directed toward him.

For God is far superior to all his creation, since everything which exists has been made by God and for him. And so, in deserting God, who is beyond compare, for the inferior works of creation, a man shows that he values God, the author of creation, less than creation itself.

The Lord himself reminds us: Whoever loves me will keep my commandments. And this is my commandment: that you love one another. So the man who does not love his neighbor does not obey God’s command. But one who does not obey his command cannot love God. A man is blessed if he can love all men equally. Moreover, if he truly loves God, he must love his neighbor absolutely. Such a man cannot hoard his wealth. Rather, like God himself, he generously gives from his own resources to each man according to his needs.

Since he imitates God’s generosity, the only distinction he draws is the person’s need. He does not distinguish between a good man and a bad one, a just man and one who is unjust. Yet his own goodness of will makes him prefer the man who strives after virtue to the one who is depraved.

A charitable mind is not displayed simply in giving money; it is manifested still more by personal service as well as by the communication of God’s word to others. In fact, if a man’s service toward his brothers is genuine and if he really renounces worldly concerns, he is freed from selfish desires. For he now shares in God’s own knowledge and love. Since he does possess God’s love, he does not experience weariness as he follows the Lord his God. Rather, following the prophet Jeremiah, he withstands every type of reproach and hardship without even harboring an evil thought toward any man.

For Jeremiah warns us: Do not say: “We are the Lord’s temple.” Neither should you say: “Faith alone in our Lord Jesus Christ can save me.” By itself faith accomplishes nothing. For even the devils believe and shudder. No, faith must be joined to an active love of God which is expressed in good works. The charitable man is distinguished by sincere and long-suffering service to his fellow man: it also means using things aright.

God Bless,
Fr. Don Kline, V.F.

De los Capítulos de san Máximo Confesor, abad, sobre la caridad
(Centuria 1, cap. 1, 4- 5. 16-17. 23-24. 26-28. 30-40: PG 90, 962-967)
 SIN LA CARIDAD, TODO ES VANIDAD DE VANIDADES

La caridad es aquella buena disposición del ánimo que nada antepone al conocimiento de Dios. Nadie que esté subyugado por las cosas terrenas podrá nunca alcanzar esta virtud del amor a Dios.


El que ama a Dios antepone su conocimiento a todas las cosas por él creadas, y todo su deseo y amor tienden continuamente hacia él.


Como sea que todo lo que existe ha sido creado por Dios y para Dios, y Dios es inmensamente superior a sus criaturas, el que dejando de lado a Dios, incomparablemente mejor, se adhiere a las cosas inferiores demuestra con ello que tiene en menos a Dios que a las cosas por él creadas.
El que me ama —dice el Señor— guardará mis mandamientos. Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros. Por tanto, el que no ama al prójimo no guarda su mandamiento. Y el que no guarda su mandamiento no puede amar a Dios. 
Dichoso el hombre que es capaz de amar a todos los hombres por igual.


El que ama a Dios ama también inevitablemente al prójimo; y el que tiene este amor verdadero no puede guardar para sí su dinero, sino que lo reparte según Dios a todos los necesitados.
El que da limosna no hace, a imitación de Dios, discriminación alguna, en lo que atañe a las necesidades corporales, entre buenos y malos, justos e injustos, sino que reparte a todos por igual, a proporción de las necesidades de cada uno, aunque su buena voluntad le inclina a preferir a los que se esfuerzan en practicar la virtud, más bien que a los malos.


La caridad no se demuestra solamente con la limosna, sino, sobre todo, con el hecho de comunicar a los demás las enseñanzas divinas y prodigarles cuidados corporales.


El que, renunciando sinceramente y de corazón a las cosas de este mundo, se entrega sin fingimiento a la práctica de la caridad con el prójimo pronto se ve liberado de toda pasión y vicio, y se hace partícipe del amor y del conocimiento divinos.

El que ha llegado a alcanzar en sí la caridad divina no se cansa ni decae en el seguimiento del Señor, su Dios, según dice el profeta Jeremías, sino que soporta con fortaleza de ánimo todas las fatigas, oprobios e injusticias, sin desear mal a nadie.
No digáis —advierte el profeta Jeremías—: "Somos templo del Señor." Tú no digas tampoco: "La sola y escueta fe en nuestro Señor Jesucristo puede darme la salvación." Ello no es posible si no te esfuerzas en adquirir también la caridad para con Cristo, por medio de tus obras. Por lo que respecta a la fe sola, dice la Escritura: También los demonios creen y tiemblan.


El fruto de la caridad consiste en la beneficencia sincera y de corazón para con el prójimo, en la liberalidad y la paciencia; y también en el recto uso de las cosas.

Dios los bendiga,
Fr. Don Kline, V.F.

BACK TO LIST